La que escribe nunca soñó con casarse, la verdad es que, a diferencia de la mayoría de mujeres que conozco, unir mi vida para siempre a una persona nunca fue mi prioridad; ni siquiera tengo historias de esas que cuentan de ponerme la sábana en la cabeza y jugar a que caminaba al altar.
Así pasé mis años de noviar, sin novio (bueee), pero aprendiendo de la gente y sobre todo de mí, aprendí qué me gustaba, qué definitivamente odiaba, descubrí las cosas que me hacían feliz;entendí qué era lo que no quería junto a mi (claramente porque me pasó de todo lo malo y de todo lo bueno); pero más allá, entendí que lo que no quería era "serlamujerdetrásdeungranhombre"; asumí que si estabas con alguien, a fuercitas y de seguro, te iban a poner atrás.
Bajo este fundamento hice y deshice con un "terror al compromiso" que más bien me gusta definir como: negación a pasarme para atrás.
Honor a quien honor merece, en el camino hubo algunos unos que me ayudaron a creer a veces que no todo estaba perdido. Pero hubo sólo uno, que me ayudó a creer, que me enseñó que
"un hombre y una mujer pueden caminar juntos, alineados, en el mismo nivel, nadie adelante de nadie y sobre todo, nadie atrás de nadie, hacia el mismo lugar"
Resulta que es sumamente injusto dar por sentado, tuve la fortuna de encontrarme con el más considerado y equidoso de género; y así, hemos ido refutando todos y cada uno de los mitos y fundamentos locos de mi cerebro. Porque así es como me rompió el esquema y me tiene completa y absolutamente enamorada
La moraleja es que no se debe buscar una media naranja, sino una naranja completa, orgullosa de serlo y lista para compartir el frutero con otra naranja igual de completa; siempre y cuando quieran hacer el mismo jugo.