martes, 18 de agosto de 2009

El síndrome de la mermelada

No es que sea propio de las mermeladas, ni que la mermelada lo provoque, mucho menos que lo cure; es simplemente que la mermelada fue el primer objeto de estudio, donado por la casualidad, que permite ahora definir e identificar lo que he venido a teorizar como síndrome; así, el síndrome de la mermelada

Con base en una acción específica que se observa repetitiva en la mayoría de las personas y que puede definitivamente contener implicaciones mucho más profundas en el campo de acción de los mismos individuos, pongo a consideración del lector como evaluación primaria a la alacena propia y ajena lo que aquiíexpongo

Es sencillo, algo que todos hemos visto pero de lo que no hemos caído en cuenta.. cuando queda en el frasco de mermelada no más que lo untable en una rebanada de pan, simplemente, la devolvemos a la alacena; no importa el nivel de antojo, hambre o depresión que tengamos, el frasco será invariablemente devuelto a su lugar... hasta que llega otro frasco de mermelada, sin que esto necesariamente implique que el primero se terminé... más aún se quedará ahí para la posteridad y la observación, al devolverse continuamente a su sitio..

Contextualizados en el fenómeno, he de decir ahora que esto es un reflejo del miedo del ser humano a la responsabilidad, simplemente nadie quiere ser el culpable de que ya no haya mermelada; es preferible ser el buen compañero, hermano o visitante que sacó el alimento caduco de su lugar de almacenamiento en aras de no permitir que nadie se enferme... "no vaya a ser que se le antoje a alguien y esto ya no sirve"..

Así que bueno, no es nuevo ni no conocido que los seres humanos preferimos el halago que la culpa.. así por la mermelada, así que yo invito al lector a que se acabe la mermelada (y la miel, y el arroz y la última lata de atún) porque al final, más vale bien comérselo que tirarlo a la basura a veces incluso sin haberlo probado..

Dejo aquí a consideración de quien lee las implicaciones propias de su campo de acción y la valoración, más que de los hechos, de las acciones que se ven reflejadas en la cotidianidad

miércoles, 5 de agosto de 2009

¡Mi cuerpo es mío, decido yo!

Consigna que he escuchado y gritado infinidad de veces; consigna que refleja la esperanza en el estado laico; que no etiqueta ni criminaliza las decisiones que un ser humano pueda tomar en base a sus creencias, preferencias, salud o posibilidades económicas, políticas y sociales; consigna que significa libertad, expresada en lo particular pero pensada desde lo general.


Triste e indignante es, de entrada, que los legisladores de este Estado no tomen en cuenta estas demandas de la sociedad, que pasen por encima de las mujeres y de los enfermos en base a dogmas establecidos por insituciones de suyo ajenas.. por quedar bien o por no dejar.. y la gente se sienta a ver (literal) un congreso que no hace más que actuar conforme a lo previamente establecido.. que parezca que debaten, que las fuerzas parezcan niveladas; y es que sólo se trata de hacer creer.. la genta ni se entera, ni siquiera en días como hoy..


Aborto sí! aborto no, eso lo decido yo!
Expreso mi apoyo absoluto a Alejandra Gómez

Aquí la nota http://www.jornada.unam.mx/2009/08/05/index.php?section=estados&article=032n1est

lunes, 3 de agosto de 2009

Extinciones compartidas

...Y pues resulta que sí, que sí me he tomado tiempo para pensar en las cosas que hago, y a veces también para pensar en las que digo; sin embargo, la mayoría de esas veces me toma más tiempo pensar en si puedo pensar; y más tiempo aún ocupo para pensar en si acaso puedo sentir cuando hago o digo las cosas que te lastiman.

Entre tanto intentar descubrir lo que pasa, he llegado a pensar que algo se murió dentro de mí, tal vez es algo que en realidad nunca existió, o probablemente ni siquiera agoniza, ni siquiera está enfermo ni se quiere morir... tal vez sea sólo que yo lo quiero matar.

Matar el sentir y matar el pensar... asesinar la posibilidad de sufrir, ni siquiera atreverme a creer, porque si creo en ti, terminaré maldiciéndote.

Cuando por fin pueda matar el sentir, no morirá el alma, sólo será más fuerte, oscura tal vez, pero lo suficientemente fuerte para no sentir piedad cuando tu hora llegue; para no tener caridad cuando agonizando clames compañía; para no sentir amor al mirar atrás; pero tampoco sentir odio al recordar tus fechorías... Para que entonces pueda observarte como un simple espectador que no se involucra, que no comparte y que no sufre. Porque entonces y al fin, ya no sentiré nada.